Cuando un masajista reiki realiza un tratamiento, está aplicando una terapia heredada de antiguas tradiciones orientales. Hace un siglo el japonés Mikao Usui le dio su forma definitiva, y desde entonces se ha extendido por todo el mundo y se ha hecho una terapia muy popular, que se empieza a aplicar en algunos hospitales como coadyuvante a los tratamientos.
Hoy día, el reiki está reconocido por la OMS como terapia complementaria (que no sustitutiva) de la Medicina. Su principio es la acción de la “energía vital universal”, que es lo que significa la palabra “reiki”. Es decir, el practicante de reiki no transmite su propia energía, sino que capta la energía reiki, presente en la naturaleza, y la canaliza a otra persona con el fin de deshacer sus bloqueos energéticos, origen del malestar físico, mental o emocional.
Estos bloqueos funcionan como atascos en un canal de riego: en unas zonas la tierra se encharca mientras que en otras se seca al no recibir suficiente agua. Pues bien, el reiki es un potente chorro de agua limpia que deshace esos atascos: consigue que la energía fluya de forma correcta por los canales energéticos de quien lo recibe, eliminando excesos malsanos y energizando cada célula. Así, el organismo recupera su propia capacidad de curarse. Por eso el masajista reiki no es un sanador, sino que te ayuda a recobrar las condiciones propicias para sanarte a ti mismo.
BENEFICIOS DEL REIKI
Reduce las tensiones nerviosas y la ansiedad.
Confiere vitalidad y reduce la fatiga.
Mejora el estado de ánimo.
Favorece la claridad mental y la capacidad de concentración.
Combate síntomas como el insomnio o las náuseas.
Ayuda contra los estados de tristeza, depresión y otros problemas emocionales.
Potencia los procesos de autocuración y regeneración.
Alivia todo tipo de dolores, desde el reumático o el derivado de una lesión hasta una migraña.